domingo, 19 de octubre de 2014

Salvador Díaz Mirón




POESÍA



el fue un poeta mexicano precursor del modernismo. Trabajó como periodista y profesor. Como político fue diputado de oposición en la época de Porfirio Díaz, a quien posteriormente apoyó, incluso en la celebración del centenario de la Independencia, donde lo alaba en un poema dedicado a Miguel Hidalgo: "su inicial grandeza (de la nación) acredita de sabia tu proeza".


                                           
                                                           






sábado, 18 de octubre de 2014

Vicente Riva Palacio


Al viento


Cuando era niño, con pavor te oía

en las puertas gemir de mi aposento;

doloroso, tristísimo lamento

de misteriosos seres te creía.


Cuando era joven, tu rumor decía

frases que adivino mi pensamiento,

y cruzando después el campamento,

"Patria', tu ronca voz me repetía. 


Hoy te siento azotando, en las oscuras

noches, de mi prisión las fuertes rejas;

pero hánme dicho ya mis desventuras


que eres viento, no más, cuando te quejas,

eres viento si ruges o murmuras,

viento si llegas, viento si te alejas.



La vejez




Mienten los que nos dicen que la vida

Es la copa dorada y engañosa

Que si de dulce néctar se rebosa

Ponzoña de dolor guarda escondida.


Que es en la juventud senda florida

Y en la vejez, pendiente que escabrosa

Va recorriendo el alma congojosa,

Sin fe, sin esperanza y desvalida.


¡Mienten! Si a la virtud sus homenajes

el corazón rindió con sus querellas

no contesta del tiempo a los ultrajes;


que tiene la vejez horas tan bellas

como tiene la tarde sus celajes,

como tiene la noche sus estrellas.






Rosario Castellanos





Lo cotidiano


Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
Este cabello triste que se cae
Cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
Que se atraviesan con jadeo y asfixia;
Las paredes sin ojos,
El hueco que resuena
De alguna voz oculta y sin sentido.


Para el amor no hay tregua, amor. La noche
Se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
Y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
No por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla
El sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes

El recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.


Bella dama sin piedad


Se deslizaba por las galerías.


No la vi. Llegué tarde, como todos,
y alcancé nada más la lentitud
púrpura de la cauda; la atmósfera vibrante
de aria recién cantada.



Ella no. Y era más
que plenitud su ausencia
y era más que esponsales
y era más que semilla en que madura el tiempo:
esperanza o nostalgia.



Sueña, no está. Imagina, no es. Recuerda,
se sustituye, inventa, se anticipa,
dice adiós o mañana.



Si sonríe, sonríe desde lejos,
desde lo que será su memoria, y saluda
desde Su antepasado pálido por la muerte.



Porque no es el cisne. Porque si la señalas
señalas una sombra en la pupila
profunda de los lagos
y del esquife sólo la estela y de la nube
el testimonio del poder del viento.



Presencia prometida, evocada. Presencia
posible del instante
en que cuaja el cristal, en que se manifiesta
el corazón del fuego.



El vacío que habita se llama eternidad.




domingo, 12 de octubre de 2014